lunes, 27 de febrero de 2012

Pero... ¿qué tiene que ver Descartes con el Wing Tsun?.

Ya cuando tomé contacto por primera vez con este pensador, durante el bachillerato, me resultó muy interesante ver como utilizaba la duda en su búsqueda de respuestas. La duda metódica,  me fue de gran ayuda en todos los aspectos de mi vida, desde el profesional hasta el personal y, como no podría ser de otra manera, también en el Wing Tsun.
    Descartes estableció la duda metódica como el camino hacia la verdad, y como sabía que el viaje iba a ser largo, creó la idea de una moral provisional que serviría de casa en la que poder vivir mientras no llegara a su destino.
    Para mí el Wing Tsun También es un viaje, uno desde fuera hacia dentro, que sabes cuando empieza, pero desconoces lo lejos que está su final. Alcanzado cierto nivel como practicante, me di cuenta de que lo que hacía, tenía poco, o nada, que ver con lo que había aprendido al principio. Y sospecho que volveré a sentir lo mismo dentro de unos años, respecto de mi Wing Tsun actual.
    El nuestro, es un sistema que ofrece a sus practicantes, ladrillos con los que levantar casas en las que se puedan sentir seguros durante su evolución dentro de él, al igual que hacía Descartes con su moral provisional. Pero llegado un momento, la sensación de seguridad que da la vivienda que nos hemos construido, empieza a convertirse en un estorbo que nos impide avanzar por nuestro camino.


Este fue el momento más crítico en mi vida dentro del Wing Tsun. Abandonar esa casa en la que tanto tiempo había invertido, en la que me sentía tan cómodo y en la que todo estaba perfectamente ordenado.
  Hace años, mi primer Sifu, también abandonó su casa para poder continuar con su   propio viaje de búsqueda. Algunos lo siguieron y otros preferimos quedarnos en su vieja morada, ignorando los motivos que le habían llevado a abandonarla. No tardaron en aparecer grietas en sus paredes, luego goteras en su tejado. Hasta que al final, algunos decidimos seguir buscando en distintas direcciones y nos marchamos. Desde la distancia, a veces vuelvo la cabeza y veo como mis antiguos compañeros apuntalan las paredes con vigas cogidas de otras casas abandonadas, tratando, en vano, de convertir ruinas en fortaleza.
    Abandonar la seguridad de tu casa es duro, los que ya lo habéis hecho, lo sabéis y los que siguen viviendo con sus padres, lo sabrán. Pero es necesario para poder evolucionar. Construiréis otra nueva, que probablemente tendréis que volver a abandonar, la segunda vez no duele tanto. Luego una tercera y una cuarta… al final comprenderéis que no eran más que refugios donde cobijarse a lo largo del camino.
    Como decía al principio, para mí, el Wing Tsun es un viaje, y como todo viajero necesito un equipaje, que en mi caso está hecho con pedazos de las casas en las que he vivido.

lunes, 20 de febrero de 2012

Con arcilla se moldea un recipiente, pero se lo utiliza por su vacío.

Con arcilla se moldea un recipiente,
pero se lo utiliza por su vacío.
    Es difícil no encontrar relación entre este fragmento del Tao Te King y el Wing Tsun. Al igual que pasa con el recipiente, su utilidad no proviene de la forma, si no del vacío en que dejamos caer la fuerza de nuestro oponente cuando nos ataca.
    Hablando de este pasaje con un amigo, me decía; “Lao Tse es un liante, lo que da utilidad al recipiente son las paredes que contienen el vacío”. El caso es que ese comentario me hizo reflexionar. Buscando nuevamente un paralelismo con el Wing Tsun, las estructuras de este sistema (Bong sao, tan sao, jam sao…) serían las paredes, y aunque la arcilla cumple su función, unas paredes construidas con un material más flexible darían como resultado un recipiente que, en determinadas situaciones,  podría ser de gran utilidad, por su adaptabilidad, sin que por ello tuviera que perder capacidad.
    Estructuras demasiado rígidas podrían dar como resultado un Wing Tsun al que le resultaría más difícil adaptarse a los ataques.
     Uno de mis viejos maestros de wt me explicaba la interacción surgida en el Chi Sao, como un proceso en el cual hay puertas que se abren y se cierran constantemente, que la maestría está en aprovechar la oportunidad para atacar cuando encontramos una puerta abierta y en minimizar el tiempo que dejamos abiertas las nuestras y así evitar ser atacados. La explicación me pareció convincente en el momento, pero no tardaron en surgir dudas, ¿por que al cerrar una puerta ha de abrirse otra? y ¿la efectividad del wt, tanto en el ataque como en la defensa, es directamente proporcional a la velocidad de su practicante?
    Años después, cuando inicié el viaje en el que ahora estoy embarcado, aquellas preguntas que ya casi había olvidado volvieron a mi mente, por que el nuevo enfoque con el que estábamos entrenando les daba respuesta.
    Mi Sifu actual nos dice que todas las estructuras de las formas, son sólo ejemplos que difícilmente aparecerán en la realidad tal y como se realizan en ellas. Sí tratamos de reproducir esas estructuras cuando entramos en contacto con un ataque, lo bloqueamos, es decir, cerramos una puerta, pero, como nuestros brazos sólo pueden estar en un sitio cada vez, inevitablemente abrimos otra, que podría ser aprovechada por nuestro oponente. De ser así, inmediatamente cerraríamos la puerta que acabamos de abrir, lo cual crearía un nuevo hueco, lo que nos colocaría en la misma situación que al principio. ¿Por qué sucede esto? Para cerrar una puerta, nos valemos de una estructura rígida, como la arcilla del recipiente, y aunque esa estructura ceda ante la fuerza que soporta, está dando información sobre la puerta que acabamos de dejar abierta. Este problema se ve minimizado usando estructuras flexibles que se adapten a los ataques. Absorviéndolos sin cerrar ni abrir puertas y sin dar información alguna. Simplemente los sentimos y los acompañamos, apartándonos de su trayectoria sí es necesario, dejando que se pierdan en el vacío. De esta manera, la velocidad pasa a un segundo plano, quedando supeditada a la sensibilidad del practicante.
Por eso, del ser provienen las cosas
y del no-ser su utilidad.

martes, 14 de febrero de 2012

Revisitando mi Wing Tsun.

Cuando un gran hombre oye hablar del Tao,
lo sigue con diligencia.

Cuando un hombre medio oye hablar del Tao,
cree a medias y duda.

Cuando un hombre necio oye hablar del Tao,
se ríe a carcajadas.

De no reírse el necio a carcajadas,
no habría sido el Tao auténtico.

Por eso dice un refrán:
"El claro Tao, parece oscuro."

    De un tiempo a esta parte, el Tao Te King, de Lao Tse, ha trasladado su residencia habitual, de la estantería a mi mesilla de noche, y creo que ha venido para quedarse. En cierto modo se ha convertido en una especie de manual de supervivencia al cual recurro de vez en cuando. Y es que parece mentira el jugo que se le puede sacar a un texto tan corto. La forma en que está escrito, necesita un periodo de adaptación, al revés que en los textos de la cultura occidental, donde se nos da todo masticado y digerido, El Tao Te King es un texto más ecléctico, al principio desconcertante, pero que poco a poco, gracias en parte a la complicidad del lector, va adquiriendo sentido, sobre todo cuando consigues hacerlo encajar con esos aspectos de la vida que, en ocasiones, a todos nos preocupan.
   Los párrafos que encabezan este texto, son un pequeño fragmento del libro, que no pude evitar relacionar con el Wing Tsun, o más bien, con un período de evolución personal dentro de este arte.
   A pesar de que todos conocemos la leyenda que dice que el Wing Tsun fue inventado por una mujer y que usa la fuerza de su enemigo para vencerlo sin esfuerzo. Yo practicaba un Wing Tsun más físico, el Wing Tsun que mi Sifu enseñaba, el que a el le funcionaba y que jamás puse en duda. Sabíamos que nuestros hermanos del resto de Europa eran mucho más suaves, trabajaban la sensibilidad  intentando liberarse de su propia fuerza, y verlos practicando aquellos ejercicios que ni siquiera conocíamos, nos dibujaba una sonrisa en la cara que terminaba convirtiéndose en una sonora carcajada.

Cuando un hombre necio oye hablar del Tao,
se ríe a carcajadas.

De no reírse el necio a carcajadas,
no habría sido el Tao auténtico.

   Pero llegó un momento en el cual mi Sifu, empezó a poner en duda muchas de las cosas que había estado enseñando, hasta el punto en el que trató de buscar fuera del Wing Tsun aquellas respuestas que no hallaba dentro de este. Eso me hizo pensar si a lo mejor, alguna de las respuestas se podrían encontrar cambiando mi forma de ver el Wing Tsun y decidí dar una oportunidad a ese Wing Tsun  más suave que tanta gracia me hacía.
   El tema es que, antes de empezar con este arte, pensaba que era un sistema interno. Una vez que empecé a entrenarlo cambié de idea al ver, y sentir, la forma en que me lo enseñaban. Daba la impresión de que la efectividad de ese Wing Tsun externalizado era directamente proporcional a la fuerza de su practicante y eso chocaba frontalmente con el fondo de la leyenda sobre su creación.
    El Wing Tsun que se practicaba en el resto de Europa había seguido el camino opuesto en los últimos años, cambiando la rigidez por la fluidez, abandonando las estructuras corporales firmes y usando el agua como ejemplo. Ante un ataque el cierre ya no servía de nada, lo acompañaban hasta que se perdía y su fuerza era devuelta a su origen en forma de contra ataque.
    Es difícil abandonar la seguridad de un muro de hormigón. Y durante algún tiempo llegué a plantearme si el nuevo rumbo que había tomado era el correcto.

Cuando un hombre medio oye hablar del Tao,
cree a medias y duda.

    Pero mis dudas se despejaron por completo cuando un viejo compañero de entrenamiento empezó a venir por clase. Después de explicarle un rato el enfoque que estábamos siguiendo, se le dibujó esa sonrisa de la que hablaba al principio. Pero cuando empezamos el entrenamiento su alegría se tornó en desesperación, al ver que las viejas estructuras no le funcionaban, al no tener una base rígida en la que apoyarse y por que era incapaz de defenderse de los ataques de unas manos que no estaban donde se suponía que debían estar.

Cuando un gran hombre oye hablar del Tao,
lo sigue con diligencia.

     El viaje va a ser largo, todavía queda mucho por aprender y, sobre todo, entender pero de lo que no me cabe duda es que ahora estoy en el camino.

Por eso dice un refrán:
"El claro Tao, parece oscuro."